viernes, 21 de diciembre de 2018

El Rol del Cambio de Rol

Hoy tenemos el placer de compartir una reflexión hecha por una lindy hopper, Paola Morales,  profesora en la escuela Big South en Madrid, a raíz de su experiencia con la metodología del cambio de rol en las clases.

Para ella, enseñar el lindy hop incluyendo el cambio de rol como algo normal en el baile tiene tres potentes efectos: por una parte, ayuda a disolver los roles tradicionalmente asignados a los géneros masculino y femenino (leader y follower respectivamente, con todo lo que eso implica en las relaciones sociales: quien lleva y quien es llevado, quien controla y quien no; sobre quién recaen las decisiones y sobre quien no). Por otra parte, replantea las relaciones entre el alumno como consumidor de swing y la propia industria del swing. El cambio de rol obliga a centrarse en cada baile, en disfrutarlo y exprimirlo desde un punto de vista creativo, y esto no encaja con el enfoque habitual de las escuelas y festivales de baile, frecuentemente centradas en enseñar figuras más que en explorar las posibilidades de cada pareja y pieza bailada. Finalmente, también abre nuevas vías estéticas por explorar. Por ejemplo, al bailar una persona el rol menos típico de su género -un hombre de follower o una mujer de leader- abre nuevas posibilidades expresivas.

En resumen, no se trata de hacer una apología de la metodología de enseñanza del lindy hop con cambio de rol, pues esto no siempre es lo más rentable desde un punto de vista económico para la industria del swing. Sin embargo, es muy interesante visibilizar el orden social que puede ocultar la rigidez de considerar que rol es igual al sexo al que se pertenece, y viceversa: el soplo de aire fresco que trae al swing la normalización del cambio de rol. El texto además cuenta con ejemplos y alusiones históricas y actuales muy pertinentes, con enlaces a vídeos de Youtube que permiten entender muy bien el contenido del texto. Eso sí, la versión ampliada cuenta con más ejemplos que la versión resumida que podemos leer en esta entrada. Os dejamos sin más con la reflexión de Paola. La versión que aquí publicamos es un resumen del texto completo, que podeis encontrar colgado en la web de la escuela Big South: https://www.bigsouth.es/cambio-de-rol.





«El Rol del Cambio de Rol en el aprendizaje del lindy hop»: reflexiones sobre 3 años de experiencia.
Por Paola Morales Jaquete. Mayo 2018.


Me gustaría comenzar poniendo en situación y contexto a toda aquella persona distraída que no ha visto o no se ha preguntado nunca por la posibilidad de bailar el “otro rol” dentro y fuera de las pistas de baile. La experiencia de la que voy a hablar empieza en Septiembre 2015 cuando decidimos en Big South impartir la enseñanza del lindy hop con cambio de rol desde los cursos de iniciación. Así, estos tres años me han permitido comprender la importancia que el cambio de rol tiene a nivel individual, social y artístico y me surgió la necesidad de reflejar todo el proceso reflexivo que como socióloga y profesora de Big South he tenido el placer de experimentar.


Por tanto quiero iniciar la reflexión haciendo hincapié en la inercia histórica y estructural que mantiene la relación entre los roles dentro de este y otros muchos bailes; una relación legitimada en las identidades de género. Es decir, la asignación del rol de leader al hombre y del rol de follower a la mujer como si de algo natural se tratase. Si echamos la mirada atrás en el lindy hop, la historia nos dice que efectivamente el rol se asignaba mayoritariamente al género pero por todos es sabido y nosotros hemos reivindicado más de una vez que los Whitey’s Lindy Hoppers eran capaces de bailar ambos roles y así lo demostraban en algunas ocasiones (enlace).

Entonces la primera pregunta que me hago es... ¿qué mecanismos perpetúan la naturalización de la relación directa entre el rol y la identidad de género?

Existen en concreto dos mecanismos que se observan muy a menudo en las clases y el baile social; y tienen que ver con el argumento biologicista y el socio-identitario. El primero justifica la necesidad de que el hombre lidere basándose en la corporalidad; en tanto que un “hombre” es genéricamente más grande en tamaño, imposibilitando supuestamente que una mujer lidere determinados movimientos o que dicho hombre sea capaz de conseguir fluidez en sus movimientos. Por otro lado, el argumento de la socio-identidad de género se remite a “la incapacidad del hombre para dejarse llevar o escuchar” y “la incapacidad de la mujer para liderar de forma clara, por ser demasiado suave”. Cabe añadir, además, que este último argumento está legitimando la capacidad de liderazgo en general sobre un principio erróneo que es el de la carencia de sensibilidad y la necesidad del uso de la fuerza. Algo que por cierto, hasta hace muy poco con la emergencia de modelos sociocráticos y horizontales ha sido el modelo de liderazgo social, empresarial y político establecido.

Es decir, se trata de un paradigma cultural instaurado que delimita las formas de interacción, afectando también a la expresión artística y las relaciones sociales. Sin embargo, ¿acaso no es beneficioso para el baile y para la sociedad en general que todo el mundo desarrolle la capacidad de escucha para así mejorar también la capacidad de liderazgo, haciéndolo precisamente de una forma abierta y comunicativa? Aquí podéis ver dos documentos audiovisuales que deslegitiman el argumento biologicista de la corporalidad (Shorty George y Big Bea 1937 -enlace ) y el argumento de la socio-identidad de género, tanto en el caso del hombre como en el de la mujer: enlace. Aun así, sigue siendo difícil encontrar ejemplos en los que sean mujeres quienes lideren a hombres.

¿Por qué bailar con cambio de rol? Nuestra convicción partía de dos razones. Por un lado, consideramos que el cambio de rol nos hace bailarines más versátiles puesto que trabajamos el ritmo y el cuerpo en su totalidad desde el inicio. Por otro lado, es una herramienta muy potente de cambio social, rompiendo con la inercia que la impronta de género deja en las relaciones entre las personas.

Así, durante estos tres años se ha producido cambios en la manera en que concebimos el baile y también la realidad cotidiana. Hemos visto cómo se superaban barreras de género y se desmontaban mitos al ver hombres que afirmaban sentirse más cómodos en el rol de follower que en el de leader, así como mujeres que afirmaban sentirse mejor de leader que de follower. Hemos visto cuerpos masculinos danzando con cuerpos del mismo sexo, sin problemas de actitud ni vergüenza al contacto. Hemos experimentado un cambio en el lenguaje y la forma de comunicar los aspectos del baile. Hablamos de leaders y followers como personas y no como géneros con un determinante artículo delante que los defina. El baile se suaviza desde el principio y no hay “tirones” ni “empujones”, la persona que hace de leader no ordena ni dirige, solo propone. Además, se pronuncia y generaliza la figura de alumno pro-activo, pues se ayudan entre ellos porque saben lo que es estar al otro lado del baile; en el “otro” rol.

En resumen... ¿por qué tiene sentido el cambio de rol en los tiempos que corren?
Los cuerpos originarios del lindy hop encarnaban una coyuntura política, cultural y social concreta basada en características de raza, género y clase social que configuraban el imaginario simbólico que los cuerpos expresaban al danzar. Por tanto, no es casualidad que existiesen diferencias entre el lindy hop bailado en Nueva York y más concretamente en Harlem (comunidad de baile mayoritariamente negra) respecto al bailado en Los Ángeles (comunidad mayoritariamente blanca); pues para muchos ni si quiera se trata del mismo baile.

Así pues, si tomamos un básico del rol de follower en el lindy hop; los denominados swivels o twist podremos observar que aquellos bailados en Harlem (Whitey’s Lindy Hoppers en Radio City Revels, 1938) y aquellos bailados en el oeste de EEUU (Jewel McGowan en Buck Privates, 1941) muestran diferencias significativas en el sentido de su uso y su forma de realizarlos. Los primeros tienen un sentido de juego, sin lectura sexual debido a que se trata de una comunidad que no sometió a tabú la cadera y pelvis femenina. Los segundos; sin embargo, implican una torsión de cadera casi imposible, generando nuevas dinámicas en la comunicación con leader y su interpretación se debate entre lo erótico y la expresión de libertad sexual; una ambivalencia muy característica de nuestra sociedad actual.

Por consiguiente, si contextualizamos el baile en tanto que forma artística que expresa una realidad concreta; el cambio de rol tendrá sentido en los tiempos que corren gracias a que empezamos a experimentar un paradigma social que facilita el cuestionamiento de ciertas realidades naturalizadas. Con esta base, el hecho de poner nuevos cuerpos e identidades a bailar ahora en lugares que fueron extraños para ellos genera la posibilidad de llevar la estética del baile a nuevas formas de creación hasta ahora poco comunes.

En definitiva, la música y el baile son formas de expresión con una capacidad potente de cambio social y lo que ya consiguieron las flappers –con faldas y a lo loco-, ahora se puede llevar un paso más allá. El cambio de rol constituye un cambio ya no desde la individualidad de la identidad femenina, sino desde lo común, desde lo humano como universal. Un hombre haciendo y disfrutando al hacer swivels, sin ridiculización ni vergüenzas es una revolución.